martes, 22 de abril de 2014

A lo efímero y nunca lo eterno, gracias.

En aquel tiempo éramos inmortales, infinitos, porque aún sabiendo que el final llegaría, en ese instante la vida no podía terminar y no existía vida más grande que la nuestra, el tiempo se había detenido y la noche abría paso a que fuéramos adolescentes, hicimos amigos, enemigos, recuerdos...

Aprendimos, caímos, y aunque me encanta mirar hacia atrás a mi época inmortal, la vida sigue, y es esta la etapa que verdaderamente vale, cuando nos dimos cuenta que nada era eterno: ¿quienes se quedaron? Esos valen la pena.

Cuando nos dimos cuenta que no podíamos volar: ¿Quienes aprendieron a caminar junto a nosotros?. Cuando las heridas comenzaron a doler y nos brotaba la sangre ¿Quienes curaron sus cicatrices junto a las nuestras?

Definitivamente nos dimos cuenta que no éramos inmortales, pero aprendimos a vivir, a caminar, a cicatrizar, escogimos nuestros compañeros de guerra, nuestros soldados, y fue así como iniciamos la batalla.

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