Una vez me dijeron que quien no escribe nunca de un libro
después de haberlo leído, no había leído en su totalidad. En ese momento pensé:
-Eso es sumamente estúpido. Pero
después de darle vueltas al asunto durante un año, me he dado cuenta de que no
lo es. Quizás no siempre escribimos apenas vamos leyendo nuestros libros, o
quizás no los mencionamos en nuestros escritos o en lo que decimos día con día,
pero de una cosa estoy segura, y es que si un libro no nos marca la vida
entonces ahí podemos decir que no hemos leído. Siempre que escribimos, que
hablamos, que caminamos, que vemos las formas de los árboles tratando de
describirlas en nuestra mente, plasmando imágenes para mantener en la memoria,
cada vez que hacemos eso lo hacemos en el lenguaje literario, bajo la
influencia de Augustus Waters, Sydney Carton, Alex DeLarge o Jay Gatsby, siempre escribimos en
función de lo que hemos leído alguna vez.
Yo me niego a creer rotundamente que los personajes de un
libro son del autor, NO LO SON. Yo podría leerme El Principito mil y una vez e imaginármelo siempre de la misma
manera que no es la misma manera en la que usted se lo imagina. Un autor
simplemente plasma la historia que deben de seguir nuestros personajes, pero
sus gestos, sus articulaciones, sus voces, su figura, eso es de nosotros los
lectores, propiedad de nuestra imaginación y por tanto no importa si llegamos a
la página 300 del libro donde se encuentra escrita la palabra: fin. Nos acompañarán a lo largo de
nuestra travesía por la vida, porque habitan allí tal cual nosotros habitamos
en el mundo que alguien más creó.
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